Me acuerdo de que ya estamos en primavera por el telediario, por el anuncio del cambio de hora*, por un pequeño respiro en medio de tanta saturación de malas noticias en forma de ruedas de prensa, sanitarios desprotegidos y denuncias de quienes se creen inmunes al virus.
A veces se me olvida el día en el que vivo, como si me encontrase en pleno agosto en el pueblo o disfrutando de una mañana de playa. Es tal la desorientación que mis ojos piensan que estamos en sábado cuando en realidad amanece lunes, o domingo mientras afuera nos situamos en el ecuador de la semana. A veces esa inexactitud provoca crispación, caos, apatía y algún que otro encontronazo al atravesar el pasillo. Últimamente lugar de acaloradas discusiones, continuos desencuentros pero también furtivos pero intensos abrazos.
La primavera ha regresado y lo sé por los árboles y su hipnótico vals al compás del viento. Están más verdes, un poco más altos, más frondosos. Los observo desde lo alto, desde ese pedacito de luz situado sobre cada edificio. Mientras los contemplo pienso en el parque, en las flores, en los perfumados olores que de ellas se desprende y casi sin darme cuenta tarareo un fragmento de la Flauta Mágica.
Tal vez haya llegado el momento de sonreír un poco y desempolvar a Mozart del Spotify.
*ATENCIÓN: El cambio horario tendrá lugar en la madrugada del sábado 28 de marzo (a las 02:00 se adelantará el reloj una hora y serán las 03:00h)