Es sabido por todos ─ que no subsanada─ la situación precaria y descompensada de la mujer frente al hombre en la sociedad. Los insuficientes avances podrían incluso haberse visto mermados con la llegada de la cuarentena y el coronavirus.
En primer lugar, surgió una pesadilla cuando, prácticamente inaccesibles, multitud de mujeres quedaros encerradas en casa con sus agresores. Unos datos impactantes que han trascendido son los que proceden de China: se triplicaron las denuncias por violencia de género durante la cuarentena, de un total de 47 durante el año pasado a 172 en sólo un mes. El delirio de convivir veinticuatro horas y siete días a la semana con un maltratador.
Ahora, nos vemos inmersos en un momento de flaqueza económica y laboral. El trabajo escasea, y la discriminación de género no toca a su fin. La posición de desventaja en la que se encuentran miles de mujeres sigue haciéndose patente para aquellos que sí deciden verla.
La prostitución, por ejemplo, ha entrado en una espiral de decadencia mayor, donde consumidores de la misma se frotan las manos en foros online por la situación desesperada que atraviesan las mujeres, buscando servicios más económicos y prácticas más violentas aprovechándose de la coyuntura actual. Esclavitud y explotación sexual sin tapujos.
Existe una mayor desigualdad para ellas porque ganan menos, evidentemente ahorran menos y estadísticamente están más próximas al umbral de la pobreza. A pesar de todo, son las que más trabajan y sostienen la sociedad, como por el ejemplo en el hogar u otro tipo de cuidados no remunerados.
Hay que superar esta situación pandémica como sea. No atendiendo exclusivamente a criterios de salud, sino por alcanzar un mundo igualitario en todos los aspectos para que, en un futuro, se puedan resolver sólidamente nuevos episodios críticos y mitigar sus efectos.
Además, pongamos en relieve la importancia social: detectar y ayudar aquellas mujeres que bajo la dominación del agresor no son conscientes ─ o temen empeorar la situación─ de que están siendo maltratadas es una obligación por parte de todos y todas. Cuando se denuncien social y públicamente con dureza, daremos otro paso más. 016.