Siempre he pensado que las personas que tienen pueblo son muy afortunadas. Hace ya bastantes años era un niño de ciudad (de una ciudad grande) y recuerdo cuando amigos míos me decían, mientras esbozaban en sus rostros una sonrisa de felicidad, que se iban a pasar el fin de semana o las vacaciones a su pueblo. En el imaginario de un chico pequeño que no ha llegado a la adolescencia era algo casi mágico… poder ir al lugar donde han nacido los abuelos y los abuelos de los abuelos.
Para los que somos urbanitas, lo más parecido a un pueblo es el barrio. Es el territorio más próximo en donde desarrollas la mayor parte de tu vida cotidiana, un espacio de convivencia, de vecindad, el entramado de las calles que transitas, el lugar que probablemente mejor conoces, donde compras a diario, el sitio donde pasan gran parte de tu tiempo, el lugar donde vives, donde decides instalar tu residencia y, tal vez, tener una familia, el lugar donde juegan tus hijos, encuentran un amor adolescente… El Barrio es, en definitiva, donde te sientes seguro e identificado.
A medida que uno se siente que forma parte de un barrio deja de sentir desarraigo, echa raíces y esos espacios comunes, espacios vividos, espacios sentidos comienzan a formar parte de su propia identidad. Pero uno es de un barrio para inmediatamente formar parte de algo más amplio que funciona de forma conjunta, como el engranaje de una bicicleta.
Y como he dicho en muchas ocasiones, un barrio lo forman además de sus calles y edificios, las personas que viven en él y las personas que lo visitan regularmente. Lo digo porque he tenido la oportunidad de ver unos vídeos con historias de vida de “Gente de Malilla” que me han emocionado. (Podrás ver los vídeos debajo del texto)
He podido conocer a Ramón Toral Álvarez, un vecino casi octogenario que guarda una muestra fotográfica de Malilla de gran valor etnográfico. A lo largo de los casi 50 años que lleva viviendo en Malilla ha fotografiado las alquerías, los campos, solares, calles, edificios, casas y gentes del barrio. Una persona solidaria que a través de la Asociación de Vecinos de Malilla hace suyas las ideas del apoyo mutuo, la participación y unión vecinal para lograr mejoras ciudadanas.
El vídeo de Mari Luz es entrañable. Me demuestra cómo la energía interna es un valor que debe fomentarse. Una persona que desea ayudar, colaborar y lo hace allí donde puede hacerlo. En el colegio público en el que ha trabajado durante décadas y en el que, después de su jubilación, tiene las puertas abiertas ayudando en la biblioteca y otras tareas que nuestros hijos necesitan y agradecen. Mari Luz también nos hace un breve recorrido histórico y sentimental por el CEIP Rafael Mateu Cámara cuando Malilla era un barrio diferente al que hoy día.
La historia de vida del vídeo de Marcela puedo decir que me ha sacado alguna lagrimilla… y es que uno a veces está sensible y, como es humano, se enternece y limpia sus ojos con alegría. Sí, esta señora, vecina nuestra desde que se casó hace ya 25 años, es el ejemplo real de lo que aquí quiero plasmar que no es otra cosa que la importancia del barrio, del arraigo, de la pertenencia, de la participación cotidiana, del apoyo mutuo, de la importancia del pequeño comercio, de nuestras tiendas de proximidad que son en tejido en el que se sustenta un entramado laboral, familiar, social y vecinal.
Como iba diciendo, Marcela es una señora que trabaja como costurera y tras verse afectada por un “Expediente de Regulación de Empleo Temporal” (ERTE) decide emplear su tiempo, energía y esfuerzos en coser miles de mascarillas de tela como elemento de protección ante la COVID-19 y repartirlas gratuitamente, gracias al apoyo de entre otros el comercio de proximidad, el pequeño comercio de nuestro barrio de Malilla que una vez más han estado arrimando el hombro, entre los vecinos. Admirable, ¿verdad?
El vídeo de Ester y sus hijos recuerda al de otras muchas familias del barrio. Ella es del barrio desde hace 41 años, sus hijos han nacido en el barrio. Participa, colabora se implica en la educación de sus hijos formando parte del AMPA del colegio de sus hijos. Ha visto como ha ido creciendo el barrio y cómo hay grandes cambios y elementos del paisaje que son casi inamovibles. Habla con cariño del vecindario y cómo formar parte de Malilla, un barrio grande de la ciudad, se puede asemejar a formar parte de un “pueblo” porque tiene aún esa identidad y esa forma de conocernos tan próxima.
En definitiva, hoy me he alegrado la tarde al poder reconocer el trabajo realizado por la Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP) que ha desarrollado este proyecto de “Historias de Vida de Malilla” con la intención de mostrar testimonios de gente del barrio con los que nos podemos identificar. Según tengo entendido, este proyecto forma parte de uno más amplio que es “Barris Oberts”, financiado por el Ayuntamiento de Valencia.
Según tengo entendido, próximamente publicarán una revista sobre el barrio de Malilla… así que me seguiré informando un poquito más y os prometo que escribiré unas líneas para que todos sepamos algo mejor en qué consiste y qué actuaciones han llevado a cabo en Malilla.