Y de pronto llegó el día. Nadie se atrevía a decirlo en voz alta por miedo a que el sueño no se hiciese realidad. Ni siquiera en sueños. Pero al fin ha amanecido tan radiante, tan luminoso, tan caluroso como muchos meteorólogos vaticinaban.
El prólogo de la desescalada – la de verdad comenzará el próximo lunes – se hizo presente en cada calle, en cada esquina, en cada paso hacia adelante. Muchos en el barrio no quisieron perdérselo, respetando en su mayoría las franjas horarias marcadas por el gobierno. A mi me tocó madrugar un poco y, a pesar de que en un primer momento no me atrevía a salir por miedo e inseguridad, al final salí a que el sol abrasase la palidez fantasmagórica de estos casi cincuenta días de encierro.
Más allá de la responsabilidad de cada uno, de la cual algunos hacían gala y otros pasaban olímpicamente de ella, lo que más me llamó la atención de aquella hora de paseo fue sin duda el paisaje que me encontré al llegar a los descampados. Y sobre todo el del parque nuevo de Malilla.
La hierba se había alzado al cielo como nunca antes, los aparatos de gimnasia habían sido devorados por la maleza, de los huertos emanaban campos de margaritas en lugar de hortalizas y la flora y fauna primigenia del barrio volvió a hacer acto de presencia. También habían flores, muchas flores, brotando de entre los matorrales en una composición hermosa y anárquica al mismo tiempo.
Mientras tanto, el estómago se encogía cada vez más. Disfruté del paseo, pero a la vez fui consciente de lo terrorífico de la situación. Nadie se saluda, nadie se mira, todos andamos apresuradamente, como si nos fueran a sancionar, como si alguien nos vigilase de cerca.
Aquello me recordó a las grandes y rarísimas películas de terror diurno en las que el objeto pesadillesco jamás se oculta. Como Midsommar – una de mis favoritas – en la que ni siquiera el color de los lirios, rosas o petunias consigue enmascarar la anomalía. “Menuda imagen para poner punto y final a la columna” pensaba mientras escribía estas líneas, pero es que el cine tiene esa capacidad para confeccionar imágenes icónicas, fotogramas que nos hagan reflexionar, atmósferas capaces de establecer escalofriantes paralelismos.
Hasta aquí mis quebraderos de cabeza, manías, opiniones, relatos y demás palabreo. Espero haberos entretenido durante los cuarenta y nueve días que ha durado el encierro. La escritura de esta sección me ha servido para generar rutina, constancia y no perder la cordura en tiempos de enorme incertidumbre. Confieso tener miedo todavía, como muchas y muchos, pero estoy convencida de que con un poco de voluntad y de espíritu cívico saldremos adelante.
Nos vemos próximamente, en una nueva sección más espaciada en el tiempo y espero, si la situación no se tuerce, más esperanzadora.
Atentamente, una vecina.
6 Comentarios
Jose
He esperado cada día tú columna, ha sido un placer leerte, gracias vecina😍
Director
Hola José, gracias por el comentario. A buen seguro también le gustará a Andrea y le impulsará para seguir creando contenidos en futuras secciones. Un saludo.
Merche
Hola Andrea he leído tus columnas, te veo aplaudiendo a las 20h. También salimos a aplaudir, creo que echaremos de menos ese momento cuando ya no salgamos. Me gusta lo que escribes y espero seguir leyendo tus palabras. Mucha suerte y mucho ánimo. Un abrazo.
Director
Hola Merche. Muchas gracias por tu comentario. Nos alegra que leas y te guste como escribe Andrea Moliner. A buen seguro que podrás seguir leyendo sus palabras tanto en Malilla Digital (que aportará sus contenidos de cuando en cuando )como en otros medios. Un saludo.
Antonia Rodes
Muchas gracias, Andrea, por dedicarnos tus escritos, que se parecen mucho a lo que sentimos. Espero que aunque la situación cambie y mejore, como todos esperamos, tu sigas compartiendo con nosotros tus vivencias y reflexiones. Un saludo
Director
Hola Antonia, muchas gracias por tu comentario, Andrea estará contenta de leerlo. Además, Andrea seguirá participando en Malilla Digital periódicamente. Saludos y gracias de nuevo por leernos y compartir.