Ayer la ciudad de Valencia enmudeció al unísono. ¿El motivo? Homenajear a las más de mil victimas que ya lleva cobradas el coronavirus. Me enteré de dicha noticia casi en el momento en el que algunos vecinos de mi calle salieron a sus ventanas y balcones para, con actitud seria, participar de dicho minuto de silencio. Al finalizar, los allí presentes se fundieron en un frío aplauso. La convocatoria por mi zona había sido un tanto descafeinada, pero eso no significó una pequeña muestra de unidad.
En las horas posteriores, sin embargo, y a riesgo de parecer un tanto desagradecida o insolidaria con la causa, pienso en la cantidad de minutos de silencio que no se han producido por culpa de esta crisis sanitaria. Y de entre todos ellos, el más significativo es el que se hacía para recordar a las mujeres muertas por la violencia de género. Al momento de decretarse el confinamiento uno de mis primeros pensamientos fue para ellas, pues, si ya es difícil convivir con tu agresor, no me quiero imaginar la situación actual en la que tienes que convivir a la fuerza las 24 horas del día con quien te maltrata física y psicológicamente. El nudo en el estómago y la impotencia son instantáneos. El dolor, la desesperación, la impotencia, el miedo. Sabemos que desde el gobierno se han puesto en marcha mecanismos para poder combatir esta lacra en medio de esta extraordinaria circunstancia en la que nos encontramos.
Sin embargo, y aunque se sabe que éstas han aumentado hasta un 50%, es complicado encontrar un medio que publique cifras exactas de cuantas mujeres han muerto a manos de sus parejas durante estas semanas. Sabemos que no es una pandemia, por supuesto, pero sí un problema que nos atañe a todas y a todos que debemos vencer con educación, educación y más educación.
Así que mi minuto de silencio particular va también por todas ellas, y por supuesto, por todos aquellos ignorados por culpa del COVID-19. En las noticias no paran de hablar de mascarillas, respiradores o distancias de seguridad. Pero ¿alguien se ha parado a pensar en los inmigrantes que siguen muriendo tratando de cruzar el mediterráneo? ¿Y en los que siguen acampados en Lesbos? ¿Qué está pasando ahora en Siria? Estas y otras preguntas a día de hoy quedan sin respuesta.